Crónicas de Lasallistas en Casa | Carlos Meléndez| Maestría en Educación y Docencia.

13 DE AGOSTO DE 2020

 

“CRÓNICAS DE LASALLISTAS EN CASA” ES UN ESPACIO EN EL QUE NUESTRA COMUNIDAD ESTUDIANTIL NOS COMPARTE SUS EXPERIENCIAS Y REFLEXIONES EN TORNO A LA SITUACIÓN QUE ENFRENTAMOS ANTE LA PANDEMIA POR COVID 19.
HOY LES COMPARTIMOS EL ESCRITO DE CARLOS MELÉNDEZ DE LA MAESTRÍA EN EDUCACIÓN Y DOCENCIA.

 

Aún recuerdo cuando empezaban a llegar las primeras imágenes de personas desfallecidas en las calles de la ciudad de Wuhan a causa de un extraño virus, eran escenas perturbadoras, decenas de personas que sencillamente y en contra de su voluntad caían al suelo bajo la mirada incrédula de la multitud, era algo así como ver la sinopsis de una película china basada en alguna novela de Stephen King, con una pequeña diferencia, los actores en realidad morían. Yo estaba tomando café como todas las noches en mi habitación, y lo único que acerté a decir fue: Dios mío.

Con el transcurso de los días la información fue llegando de distintos medios, era la noticia del momento, el Coronavirus se presentaba ante el mundo y de la manera menos esperada, generando en muy poco tiempo una pandemia de escalas históricas, por supuesto que para muchos escépticos, eso solo era una invención de los gobiernos y no había nada de qué preocuparnos, otros tantos llegaban a contarte historias conspiratorias dignas de Maquiavelo escuchadas por ahí por algún pseudo investigador con sed de fama; la realidad era de que entre peras o manzanas uno debería estar atento.

El día 28 de febrero el subsecretario de prevención y promoción de la salud Hugo López – Gatell confirmaba los primeros casos de Covid – 19 en México, la realidad había tocado nuestras puertas, aquello que se veía tan distante, estaba ya internado en nuestro territorio. Era increíble ver la cantidad de sugerencias que la secretaría de salud nos hacía llegar a manera de prevención, era evidente que algo muy grave estaba ocurriendo, fue cuestión de tiempo para que las filas en los supermercados se convirtieran en inmensas estrías humanas con cubrebocas, desesperadas por adquirir los artículos de primera necesidad que ayudarían a las familias a sobrevivir a una cuarentena de 14 días.

Es gracioso pensar que en ese momento estábamos preocupados por no poder hallar algo que nos entretuviese en esos catorce días de aislamiento social, no parques, no bares, no cines, era absolutamente normal preocuparse, estábamos acostumbrados a la libertad, no podíamos creer que un virus había logrado lo que nadie, dejarnos sin salir a nuestros sitios favoritos y no poder frecuentar a nuestros amigos; aún extraño los sábados de maestría, recorrer las áreas verdes de la Universidad, el desayuno con los compañeros, el saludo con los profesores, mis interminables y divertidísimas charlas con mi amiga Dámaris. La realidad es que llevamos ya cinco meses de este confinamiento y uno siempre encuentra algo que hacer.

Después de la declaración de las suspensiones de clases por parte del secretario de educación Esteban Moctezuma, el director de la institución donde trabajo nos citó a una reunión extraordinaria, era evidente, el sindicato estaba de acuerdo con la suspensión de clases en el estado, y así sin más, me encontraba frente a un escenario extraño, me había quedado sin trabajo y sin maestría, mis únicas fuentes de ocupación y de sociabilidad que tenía en los últimos dos años y a las cuales estaba muy acostumbrado. Para serles sincero en ese momento pensé en lo bien que me vendría un descanso, pues después de viajar todos los fines de semana del istmo (lugar donde trabajo) a la capital (lugar donde estudio), el cansancio era más que evidente en mí.  

Fue justamente así como inició mi nueva normalidad, regresar a casa con mis padres en mi pueblito natal, no ha sido para nada fácil, la primera dificultad con la que me he enfrentado ha sido el clima, por absurdo que parezca, uno puede vivir aquí sus primeros 18 años de vida, pero cuando pone un pie fuera, ya sea por cuestiones de estudio o de trabajo, nunca volverá a acostumbrase del todo a su calor. Por todo lo demás yo estoy encantado de estar aquí, cada paso, cada sitio, cada instante, me dirigen a un cúmulo interminable de recuerdos, entre sus calles y su gente viví mi infancia y adolescencia, las etapas más felices de mi vida.

La segunda, no podría ser otra que la de volver a vivir con mis papás, aunque los amo con todo el corazón, debo reconocer que me ha costado mucho acostumbrarme nuevamente a su estilo de vida y a sus reglas, minimizo el hecho pensando en lo afortunado que soy de tenerlos vivos y con salud, de poder compartir con ellos el desayuno, la comida y la cena, irremediablemente pienso en todas aquellas personas que tristemente han perdido a un familiar, a un amigo o a un conocido por la crisis mundial que estamos viviendo, y reflexiono sobre la importancia que tiene la salud en nosotros y como la hemos relegado por cosas banales y sin relevancia.   

Con frecuencia, me acuerdo de todas aquellas personas con las que acostumbraba a socializar, me pregunto cómo estarán, qué estarán haciendo, en dónde andarán y empiezo a recordar todos los lindos momentos que solíamos compartir juntos, y aunque la tecnología ha facilitado la comunicación y ha hecho a su vez un poco más llevadero este aislamiento, ningún dispositivo podrá reemplazar la calidez de un abrazo, una sonrisa o una caricia de un ser querido, ese contacto humano tan necesario en nosotros, y pienso en la enorme razón que tenía Antoine de Saint – Exupery al decir que no existe más que un verdadero lujo, el de las relaciones humanas.  

Indivisa Manent.