Comenzaremos con unas preguntas.
¿Has pensado en ti mismo como un ser humano, un ser biológico conformado por átomos, moléculas, células, tejidos y órganos? ¿Has reflexionado sobre lo que tu cuerpo necesita para que puedas leer este texto?
Siempre decidimos qué comemos, cuándo comemos e incluso si comemos o no de forma constante. Es una decisión muy personal y nos basamos en distintos factores, como los conductuales, sociales, culturales, nuestra disponibilidad, comodidad, sabores y economía de los productos que preferimos. También algunas veces decidimos tomarle gusto o rechazo a algunos alimentos porque los asociamos a emociones positivas o negativas; muchos deciden qué comer por pura imagen y algunos pocos, buscan grandiosos beneficios nutricionales y piensan en su salud.
Nosotros escogemos los alimentos por distintas razones y no importa la que sea, cualquier cosa que llevemos a la boca influye en nuestra salud y nuestras emociones. Pues las elecciones que tengamos no afectan inmediatamente a nuestro cuerpo, pero el equilibrio que le demos a nuestra alimentación durante toda la vida puede marcar la diferencia y deberíamos elegir la comida pensando en una buena nutrición.
Entendamos dos conceptos:
- Energía: es la capacidad para realizar un trabajo o actividad.
- Nutrientes: son sustancias químicas obtenidas de los alimentos para aportar energía.
Para entender cómo se obtienen esos nutrientes y, por ende, esa energía que todos y todas necesitamos para realizar nuestras múltiples tareas, actividades y dar el máximo en los proyectos, hay que saber de dónde provienen.
Estos están organizados en tres grandes grupos: carbohidrato, grasas y proteínas. Cada uno brinda energía a cada actividad que se realice y están ilustrados en una guía especialmente diseñada para México titulada “El plato del bien comer”.
Esta es una herramienta enfocada a la promoción y educación para la salud ya que ordena los alimentos existentes en tres grupos: frutas y verduras, cereales y tubérculos, leguminosas y alimentos de origen animal. Esto tiene la finalidad de demostrar que no hay ningún alimento más importante que otro y que nuestra alimentación debe de ser variada.
En el primer grupo tenemos frutas y verduras, estas se deben de consumir de manera abundante según el estado de salud de las personas, adecuando las porciones y cantidades.
Este grupo contiene un alto contenido en vitaminas que, a diferencia de lo que mucha gente cree no aportan energía, pero si facilitan su liberación; por otro lado, las frutas contienen fructuosa, un tipo de carbohidrato de rápida absorción que nos brinda energía casi instantánea; y como tal, es recomendable consumir frutas y verduras de preferencia de la temporada y que provengan de la región para sostener el consumo y la compra a productores locales de manera responsable.
El segundo grupo, es el de cereales y tubérculos. A diferencia de lo que se cree, este grupo provee casi toda nuestra energía ya que contiene carbohidratos “complejos”[1] que se absorben de manera más lenta, es decir, que liberan energía durante un prolongado lapso en comparación con los alimentos del grupo anterior.
Es recomendable evitar el consumo de cereales que estén refinados, cereales de caja, pan blanco y comercial, pan dulce, arroz blanco, harina refinada y todos sus derivados que se encuentran en un sinfín de productos, lo mejor es optar siempre por los cereales enteros e integrales.
Consumir tortilla no es malo, pero es importante cuidar las porciones, al igual que en las tostadas, se deben preferir horneadas y evitar freírse.
También podemos disfrutar de un rico postre elaborado a base de avena puesto que este cereal tiene un alto porcentaje de fibra que nos ayuda a tener saciedad por un tiempo prolongado.
La versatilidad de este grupo ofrece la posibilidad de realizar una gran variedad de platillos. Por su sabor y composición, no tiene límites en la gastronomía mexicana y es importante no omitirlo en la alimentación diaria; solo hay que cuidar las cantidades y que los cereales que escojas sean lo más naturales posibles.
En el tercer grupo se encuentran las leguminosas y alimentos de origen animal, ambos contienen proteínas.
En general es importante consumir lentejas, habas, garbanzos y frijoles por su alto contenido en fibra.
Por otra parte, para los alimentos de origen animal es recomendable un uso moderado por su contenido de colesterol y grasa, excepto, por el pescado que contiene omega 3, pavo y pollo sin piel y carne magra. Con respecto a su preparación es mejor hornear, cocer y asar para evitar añadir algún aceite.
En cuanto a productos derivados es preferible la leche semidescremada o descremada por su mínimo contenido de grasas saturadas.
Así que ahora ya lo sabes, comer bien no es sinónimo de comer poco o de mucho gasto, simplemente hay que jugar con nuestros platillos y lo mejor es hacer distintas combinaciones para que nuestra dieta sea completa, equilibrada, inocua, suficiente, variada y adecuada.
Para que tus alimentos sean más frescos y económicos, puedes comprar comida de temporada. No dejes de lado la realización de actividad física, dormir bien y tomar el agua que tu cuerpo necesite.
Siguiendo estas recomendaciones y haciendo pequeñas modificaciones a tu alimentación podrás mejorar tu estilo de vida.
Indivisa Manent
[1] Los carbohidratos complejos están hechos de moléculas de azúcar que se extienden juntas en complejas cadenas largas.