Pertenecer a la Comunidad La Salle, es estar en un espacio (aún desde la virtualidad) acogedor, amable, y me atrevo a decir hasta amoroso.
Sí, es un espacio de escucha, comprensión y acompañamiento, que no solo enriquece la formación profesional, sino también nuestras cualidades como personas y que ahora a través de estos escritos, nos permite compartir experiencias y reflexiones en torno a la situación que enfrentamos ante la pandemia por Covid-19, un ejercicio de resistencia, autoconciencia e incluso de autocuidado.
No hay algo mejor para recuperar y guardar nuestra memoria que la documentación de cada una de las experiencias por las que atravesamos.
Este es un ejercicio para reescribirnos, y que bueno fuera que todas y todos lo aprovecháramos. Yo, hoy elijo compartir algunas reflexiones y dejar en líneas un proceso difícil, lleno de tensión, frustración y miedo, emociones no solo mías, sino de mi familia, amistades y seguramente de la mayoría de la población. Emociones que continúan latentes y que posiblemente despierten en cualquier momento.
Nos hemos cuestionado tantas cosas, como el momento en que llegó el virus a Oaxaca, ¿Cuándo cambiamos completamente nuestro ritmo de vida?, ¿Cuándo nos vimos forzadas/os a dejar de frecuentar amistades y expresar nuestro afecto como mayoritariamente solíamos hacerlo?
Cuestionamos las decisiones del gobierno, la veracidad de la vacuna, la logística de su aplicación, las deficiencias en el sistema educativo a través de sus clases a distancia, el trabajo de las mujeres que han duplicado y triplicado su carga laboral, los impactos en la salud, los problemas sociales que se han intensificado como la violencia de género a mujeres, niñas y adolescentes, la feminización de la pobreza, entre otros.
Todo ha pasado por nuestra mente, de manera consciente e inconsciente y mayoritariamente desinformada, hemos reaccionado, opinado y cuestionado todo, absolutamente todo.
Pero hay algo que hemos olvidado, y que a pesar de que se recuerda a cada momento, seguimos ignorándolo: la necesidad no solo de velar por nuestra salud física, pues es evidente que los signos de vulnerabilidad para contraer o no este virus se intensifican de acuerdo a nuestro estado de salud, sino también de velar por nuestra salud emocional, energética y espiritual.
Tal vez necesitábamos este momento, para traducirlo en un espacio de quietud, de reflexión introspectiva, de conexión con una/o misma/o, pero sobre todo para agradecer y disfrutar de los pequeños detalles; tal vez necesitábamos este espacio para cambiar nuestros hábitos, dejar de ser menos superficiales y egocéntricos.
Sí, es momento de parar, respirar y continuar. Nos viene un largo camino aun, pero como nos lo recuerda La Salle “lo unido permanece”, así todas y todos abracémonos fuerte (espiritualmente), contagiémonos de esperanza y enfrentemos con valentía y amor lo que viene, y que cada día se convierta en una fuente de aprendizajes que nos hagan ser mejores personas.
Eso es lo que realmente se necesita.
Indivisa Manent
Lo unido permanece.