La casa
Llegó al lugar en los minutos finales de las once de la noche con nada masque un abrigo ligero y una bufanda roja, el tiempo transcurrió rápido y con ello se evaporó su paciencia. Mientras el viento silbaba su mirada continuaba en aquella casa; sentía sus manos heladas y los pies entumecidos, no podía ver su rostro, pero estaba segura de que estaría pálido, con la nariz rojiza. Deteniéndose a reflexionar hace una semana no se hubiera imaginado así, congelándose debajo de los árboles a la espera de algo o de nada, a este punto desconocía si llegaría a encontrar respuestas. La casa se iluminaba a la una de la mañana, le había dicho, solo de tener suerte. Escuchó pasos, voces, silbidos, distintos sonidos que iban y venían a volúmenes distintos; no sabía su procedencia, era difícil al estar en medio de un inmenso bosque solitario. No podía ser alguien más, nadie iba allí, solo ella; la única circunstancia en la podría encontrarse con alguien era perdiendo la cabeza ¿Acaso la había perdido ya? ¿Los ruidos eran producto de su imaginación o realmente estaba en peligro? ¿El peligro era ella? Cuando su respiración se comenzó a agitar una luz brilló, la casa se iluminó y con ello sus piernas cobraron vida dirigiéndola a su destino. Al tomar la perilla de la puerta se dijo que todo estaría bien, que al fin se resolverían sus dudas, hasta que la puerta se abrió y apareció ella.
Frida Sánchez
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